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martes, 24 de abril de 2012

Los juegos del hambre, rebelión en la web

No fue una casualidad que «Sinsajo», el tercer volumen de la trilogía de Suzanne Collins «Los juegos del hambre» —publicada en España por la editorial Molino en septiembre de 2010— lograra colarse en el stand de los más vendidos a los pocos días de su publicación.

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La tensa espera del verano permitió a los miles de «tributos» que contaban las horas para conocer su desenlace organizarse cual ejército, como los mismos rebeldes del Distrito 13, para amplificar en nuestro país el efecto magnético de una saga calificada de «adictiva, frenética, absorbente, estimulante»...


La lista de adjetivos enumerados para tratar de encasillar la brillante distopía de la huidiza Collins es casi tan larga como la cola de fans de su reciente y multimillonario estreno cinematográfico. No obstante, su mejor definición encaja sin esfuerzo entre otros dos títulos de culto: un clásico, «El señor de las moscas» (1954), de William Golding; y la moderna «Battle Royale» (1999) del japonés Koushun Takami, y su posterior adaptación cinematográfica por Kinji Fukasaku. El «New York Times», que ha situado los tres títulos de Collins en el primer puesto de la lista de más vendidos, se decantaba por «1984» y «La naranja mecánica» al hacer sus aproximaciones.

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«Los blogueros del Distrito 13»

La rebelión de los «pinsajos» —llamados así por el codiciado pin del pájaro en llamas que acreditaba ser un ferviente seguidor de la saga— comenzó a fraguarse en la web, donde un grupo de blogueros —«Crisálida literaria», «El cazador de libros», «Perdidas entre páginas», «El creador de libros», por citar algunos— recogió el testigo de Molino para participar en una presentación online a primeros de septiembre. Fue en internet donde el trino de los sinsajos destapó un auténtico fenómeno fan entre lectores de toda condición que recomendaban sin prejuicios la lectura de «Los juegos del hambre».

La «fiebre Collins» era ya entonces un preciado secreto a voces, de esos que saltan de un lector a otro, pero no terminaba de cuajar porque la errónea calificación de «literatura juvenil» relegaba a «Los juegos del hambre» a un espacio poco visible en las librerías españolas, sepultado entre una abominable legión de vampiros, hombres-lobo y ángeles malditos, a pesar de las atractivas portadas del pájaro rebelde. Tampoco ayudó a su difusión la continua e injustifica comparación con la autora de Crepúsculo, Stephenie Meyer y sus cándidas lectoras. Ni el halo de violencia que «censuraba» la trilogía para un lector demasiado joven, aunque este pasara horas masacrando cualquier nueva especie en el último videojuego de moda.

A pesar de todo, la revolución internauta dio sus frutos y el tercer «Sinsajo» pasó del montón sin pena ni gloria al escaparate de muchas librerías, lugar que hoy ocupa la trilogía al completo —con cambio de imagen—, tras convertirse «Los juegos del hambre» en el libro más vendido de España.

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