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lunes, 2 de abril de 2012

Miradas opuestas a "Los juegos del hambre"

Pensar en grande para chicos
No es habitual que un producto orientado a un público adolescente y con un presupuesto no apto para financistas cardíacos alcance la calidad y la profundidad de Los juegos del hambre.


Es cierto: la novela original le entregó los materiales bastante digeridos y parece ser que en Hollywood, a partir de los éxitos de El señor de los anillos y la saga de Harry Potter, la consigna es la fidelidad a la letra escrita. Pero hay que reconocer que la película no sólo no traiciona al libro sino que consigue transmitir su complejidad.


Como corresponde, la primera gran virtud cinematográfica es la ambientación de ese mundo posapocalíptico en el que un grupo de colonias están subordinadas a un poder central. El contraste entre la dura vida del pueblo sometido a condiciones infrahumanas y la sofisticación de los habitantes de la capital más que una distancia es una sustancia dramática. Y la película hace palpable su densidad en el largo viaje en tren que emprenden los participantes de ese reality show mortal denominado los juegos del hambre.

La otra gran virtud radica precisamente en los personajes. No hay buenos y malos, todos ocupan distintos lugares en el espectro del gris. Incluso la protagonista debe enfrentarse a la ambivalencia de sus sentimientos a la hora de sobrevivir.

Por estos y por varios otros motivos, Los juegos del hambre merece el éxito que tiene en los cines del mundo.


Lo que no mata, engorda

Los juegos del hambre tendría asegurado un puesto de media tabla en un hipotético torneo que premiara a películas que acumulan citas (desde el mito de Teseo y el circo romano a los filmes sobre un futuro panóptico y distópico) y metabolizan temas clásicos como el amor, la lealtad o el poder, y otros más netamente contemporáneos como la simulación y la realidad devenida espectáculo. El problema es que varios de esos temas le quedan grandes y la sumatoria de guiños no logra evitar insuficiencias varias a la hora de afrontarlos. Digamos que a este correcto filme juvenil algunas sustancias le resultan demasiado intensas para ser digeridas.

El drama que promete ser puesto en escena a través de un certamen que obliga a matar para vivir no alcanza nunca el punto trágico en el que debería concluir. Los juegos del hambre está, fatalmente, pensada para adolescentes (para lo que supuestamente necesitan o no pueden tolerar), aclimatada para que el mundo postapocalíptico no congele ni excite la sangre sub 16. La película balbucea un romance, asegura buenos tramos de aventura nerviosa y entrega algunos momentos de crueldad requeridos por la historia. Pero, como por arte de magia, en su carrera hacia el apresurado final la trama se ocupa de evitarle a la protagonista la incómoda tarea de eliminar a los oponentes buenos o indefensos.

La verdad es que uno se queda con ganas de probar algo nuevo.

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