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lunes, 4 de enero de 2016

Jennifer Lawrence: "Las redes han ayudado a que mi generación tenga voz"

Si las estrellas se ensamblaran en una fábrica, Jennifer Lawrence jamás hubiera pasado el pertinente control de calidad. Y no por falta de talento o porque su belleza (es tan guapa, tan rubia y tan sexy como cualquiera otra) no se ajuste a los dichosos cánones, sino porque a sus 25 años jamás se ha prestado al juego de pretender ser (o parecer) perfecta. Ha declarado públicamente su odio acérrimo a las dietas y los gimnasios (aunque, obviamente, tampoco los necesita), no vive obsesionada con marcar ni seguir las tendencias y, sobre todo, habla y se desenvuelve sin atenerse al manual de la perfecta joven estrella.



Sus tropezones (tanto literales como verbales) forman ya parte de su leyenda, igual que su falta absoluta de filtro en las entrevistas o su vena reivindicativa y feminista. Por eso resulta tan refrescante. Y por eso su éxito está siendo tan incontestable. Aunque hace apenas cinco años era una completa desconocida, ahora es, sin duda, la estrella que está llamada a dominar la cartelera durante la próxima década.

Lawrence, que creció en Kentucky, tenía 14 años cuando un fotógrafo la descubrió durante un viaje familiar a Nueva York. Jamás había recibido una clase de interpretación, pero con 20 años lograba su primera nominación al Oscar por 'Winters bone'. Dos años más tarde, recogía la estatuilla (tras un tropezón antológico sobre el escenario) por 'El lado bueno de las cosas'. Apenas tenía 22 años y había conseguido el más difícil todavía: ser la protagonista de una archifamosa franquicia y, al mismo tiempo, convertirse en una actriz respetada y con un Oscar en la estantería.

"Decidí hacer 'Los juegos del hambre' por la misma razón por la que he hecho también películas indie. Lo que me interesa son los personajes y las historias que puedo contar. Y eso no tiene nada que ver con el presupuesto", explica.

Acaba de despedirse de 'Los juegos del hambre', la saga que le ha cambiado la vida, y el 8 de enero estrenará Joy, trabajo por el que ya ha recibido una nominación a los Globos de Oro y, según dicen todas las quinielas, le traerá también su cuarta nominación al Oscar en cinco años. Una comedia de David O. Russell (que ya la dirigió en 'La gran estafa americana' y 'El lado bueno de las cosas') en la que interpreta a una sencilla trabajadora de Long Island que acaba convirtiéndose en inventora y estrella de la teletienda.

Pero Lawrence ha conseguido algo más trascendente que su propia carrera: cambiar la percepción de Hollywood acerca de las franquicias con protagonista femenina. No es para menos: las tres primeras entregas de 'Los juegos del hambre' recaudaron más de 2.300 millones de dólares en todo el mundo. Y ella también se ha llevado un buen pellizco. Según la revista Forbes, Lawrence es la actriz mejor pagada del mundo después de haberse embolsado 53 millones de dólares solo el año pasado.

El salario de la actriz ha sido un tema controvertido desde que el ciberataque que sufrió Sony el año pasado dejó al descubierto que tanto ella como Amy Adams habían cobrado salarios significativamente inferiores a los de sus compañeros de reparto masculinos en 'La gran estafa americana'.

Ni difícil ni malcriada

La polémica hizo aflorar su parte más reivindicativa. "Cuando descubrí que cobraba mucho menos que la gente afortunada con penes, no me enfadé con Sony, me enfadé conmigo misma. Había fallado como negociadora porque había tirado la toalla demasiado pronto", escribía la actriz en una carta publicada en la newsletter de su amiga, Lena Dunham.


"Siendo honesta conmigo misma, hubo un elemento, el de caer bien, que influyó en mi decisión de no pelear más. No quería parecer difícil o malcriada. En aquel momento, me pareció una buena idea, hasta que comprobé que cada hombre que había trabajado conmigo en aquella película no se había preocupado por resultar difícil o malcriado", escribía Lawrence, sacándole los colores a una industria que sigue azotada por la lacra del sexismo, pero también exigiendo una posición más firme de las mujeres en sus exigencias laborales.

La carta marcó un antes y un después en su imagen pública. Lawrence ya no es solamente un soplo de aire fresco por sus divertidas revelaciones, también por haber denunciado algo que algunas actrices consagradas nunca se han atrevido a poner sobre la mesa. "Es importante tener una opinión sobre las cosas. Aunque yo no formo parte de las redes sociales, reconozco que han contribuido a que mi generación tenga su propia voz, algo que antes no pasaba".

Por todo eso, Lawrence también se ha convertido en un auténtico imán para las marcas. Es imagen de Dior desde 2012. "Como muchas otras cosas que me están pasando, aún me cuesta creerlo. Crecí viendo el glamour que desprendían las estrellas cuando vestían de Dior. Por eso, es un honor para mí ser su imagen -explica-. No crecí con este tipo de oportunidades y sigo comprando cosas baratas... Pero me gusta que la gente que no tiene el presupuesto necesario para comprar la ropa, tenga acceso a lo que esta marca representa si un pintalabios les hace sentir bien cuando se preparan para una ocasión especial. Yo me identifico con ese sentimiento. Porque sentirse guapa es lo más importante para estar guapa".

El lado sexy de una mujer segura

Quizá por eso, Lawrence no sigue interminables rituales de belleza. "Me lavo la cara cuando me levanto y me la hidrato". Punto. Es lo que aprendió en casa y todo lo que necesita a sus 25 años. "Mi madre y mi abuela nunca han seguido un ritual de belleza. Y yo soy igual. Siempre he tratado de encontrar mi valor en ser una buena amiga, en tratar de hacer reír a la gente y en ser todo lo inteligente que mi cerebro me permita. Es mejor buscar tu fortaleza en algo que siempre vayas a tener. Es decir, en tu cabeza, en tu sentido del humor y en el hecho de ser una buena persona".


Sin embargo, para alguien como ella, que debe enfrentarse a menudo a las alfombras rojas, cuidar su look también va en el sueldo. "Supongo que, como a cualquier chica, mi imagen me preocupa más de lo que me gustaría. Pero cada vez que pienso en lo que me querría cambiar de mi misma, me pregunto: "¿Dejaría de beber vino durante la cena o de comer hidratos después de las cuatro de la tarde? ¿Estoy dispuesta a tanto solo para tener un aspecto concreto?". Y la respuesta es no. Prefiero tener una talla mayor y seguir comiendo. Y soy feliz".

Tampoco ha tenido que convertirse en esclava de la báscula para ser una de las actrices más sexys. "La confianza es lo que te hace ser guapa y sexy. Cuando te sientes genial, se nota". Hace dos años, Lawrence confesaba en esta misma revista que, a pesar de la dulce etapa profesional que vivía, no estaba en su mejor momento. "Mi vida personal, tal y como yo la conocía, está arruinada. Tengo que construirme una nueva. Eso es duro y llevará su tiempo, pero supongo que llegaré ahí...", decía entonces.

Sin instrucciones

Y, efectivamente, ha llegado. Ahora, Jennifer Lawrence ha aceptado que, mal que le pese, los paparazzi forman parte de su vida y ha desarrollado una coraza ante intromisiones más o menos incómodas como el escrutinio de sus relaciones con el actor Nicholas Hoult o el cantante Chris Martin y otras absolutamente inadmisibles, como el robo de unas fotos privadas en las que aparecía desnuda.



Para mantener la cordura, Lawrence prefiere concentrarse en el trabajo. De hecho, acaba de anunciar que dirigirá su primer largometraje, Project Delirium, mientras termina de rodar la película de ciencia ficción 'Passengers' por la que, por cierto, se embolsará 20 millones de dólares.

Es obvio que ha aprendido a negociar su sueldo, pero también a desenvolverse con soltura en un negocio que ha tenido que rendirse a la evidencia de que las estrellas sin manual de instrucciones pueden funcionar mejor que aquellas que fueron ensambladas en la aburrida cadena de montaje.

"No sin mi gloss"

"Me planteo mi colaboración con Dior como todo lo que hago: quiero ser auténtica y genuina y siento que con estos productos puedo ser yo misma", dice Lawrence, protagonista de la campaña de Dior Addict, la línea de pintalabios de la casa francesa. De los 35 tonos creados por Peter Philips, tiene sus favoritos.


"Cuando voy más casual suelo utilizar el rosa pálido, Dior Addict Baby Rose. Es fácil de aplicar y tiene ese punto de: "Paso de todo, pero, ¿a que estoy estupenda?", explica. Por las noches, prefiere tonos más arriesgados. "Me encanta el gloss rojo brillante: da color y es imposible mancharte. Y para alguien como yo, que soy un desastre, eso es esencial".

Fuente: MujerHoy

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