Quienes tengan la sensibilidad a flor de piel debido a la violencia y la deshumanización (que en México están a la orden del día), vivirán algunos momentos de angustia al mirar “Los Juegos del Hambre”. Claro, también serán más propensos a reflexionar sobre el trasfondo social y humano de esta metáfora futurista.
"Los Juegos del Hambre”, se ha dicho hasta el hartazgo en tan sólo una semana, llegó a los cines con la tarea de superar las más altas expectativas, las de los 26 millones de lectores que adquirieron la trilogía de Suzanne Collins, en cuyo primer libro se basa esta cinta.
Según las críticas, el cometido de adaptar con acierto una novela tan popular se cumplió en buena medida. El que Gary Ross haya dirigido y a la vez escrito el guión en compañía de la propia Collins, es quizá la clave del éxito de la adaptación (hay que aclarar que esta saga no será una sustituta de “Crepúsculo” como se pronosticaba. Bendito sea).
Pero vayamos al otro público, al que no ha leído el libro y conoce por primera vez esta historia distópica.
“Los Juegos del Hambre” habla de un mundo futurista, el cual lo integran una sofisticada urbe y 12 distritos menos afortunados, habitados por las clases más bajas que, a la vez, representan la fuerza laboral que provee de insumos a la gran capital.
En una guerra pasada, los distritos se unieron para rebelarse contra la nación, Panem, pero terminaron perdiendo. Desde la firma de la paz, se instituyeron los Juegos del Hambre, una competencia anual en la que cada distrito debe sacrificar a dos jóvenes de entre 12 y 18 años, un hombre y una mujer, para que contiendan a muerte por un único triunfo. A los 24 sacrificados se les llama “tributos” y la batalla de supervivencia se desarrolla en una reserva natural que se puede modificar a través de la alta tecnología.
Lo más mórbido del asunto es que este duelo a muerte entre jovencitos es la máxima diversión de Panem. Los Juegos del Hambre se televisan como si fueran las olimpiadas y previo a la competencia, se trata a los tributos como estrellas de reality show, para después verlos morir en acción.
Toda esta competencia es vista a través de la experiencia de Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), quien se ofrece como tributo voluntario del Distrito 12 para salvar a su pequeña hermana de 12 años, que resulto elegida al azar.
Los primeros minutos de la cinta son dedicados a la forma de vida del Distrito 12, la “cosecha” y la elección de los dos tributos. Katniss es la mujer que se sacrifica y Peeta Mellark (Josh Hutcherson) el joven escogido por medio de la suerte. El grueso de la película (casi dos horas y media) transcurre en la preparación de los tributos dentro del capitolio y en la competencia. Aquí intervienen otros importantes personajes, como el presentador de televisión Caesar Flickerman (Stanley Tucci), el organizador de los juegos, Seneca (Wes Bentley), el entrenador del Distrito 12, Haymitch (Woody Harrelson) y el estilista Cinna (Lenny Kravitz).
“Los Juegos del Hambre” se tambalea al fallar en ciertos detalles que no se pueden pasar por alto. Existen inconsistencias en el ritmo de la historia (el final parece editado con prisa); carencias de profundidad en algunos personajes (los tributos de los otros distritos) y algunas situaciones que obligan a pensar “esto no me lo creo”.
Sin embargo, son más los aciertos que los resbalones. El planteamiento de Ross es abrumador y no cruento. Las escenas de batalla mortal son evidentes, mas no salvajes, y la metáfora de la deshumanización es evidente. No es una simple película de acción.
Hay que destacar la magnífica actuación de Jennifer Lawrence, quien soporta todo el peso de la cinta y lo hace de forma excepcional. Es una heroína con la que muchas mujeres se querrán identificar.
El planteamiento de “Los Juegos del Hambre” no es nuevo. “The Most Dangerous Game”, de 1932 —que ha tenido otras versiones más recientes, como una japonesa en 1978—, es sólo uno de los ejemplos donde se aborda esta lucha por la sobrevivencia. Más similitudes, incluso, se advierten en la novela “El Señor de las Moscas”, que también ha sido llevada a la pantalla grande en varias ocasiones. Esta última tiene como protagonistas también a niños. Las tres cintas han sido clasificadas para mayores de 13 años.
Pero la trilogía de “Los Juegos del Hambre” llega en un momento clave, pues se espera de la juventud mucha más participación en todos los ámbitos.
En una primera impresión, resulta difícil pensar que jovencitos puedan comprender las alegorías sobre la decadencia humana, las alusiones al sinsentido de las guerras, la sobrevivencia instintiva vs la muerte digna y, finalmente, el valor de la conciencia, la libertad y la propia existencia.
Los adultos ya han descubierto en esta cinta mensajes políticos y fuertes críticas sociales, ¿qué reflexiones habrán sorprendido a los jóvenes? La pregunta es vital puesto que como sociedad, solemos menospreciar la capacidad analítica de los adolescentes, en la que sin duda confía Collins.
Sin embargo, en un mundo donde la violencia descarnada domina los videojuegos y donde vemos con tristeza a sicarios de 14 años, esta proecupación es más que válida.
Habremos de esperar, con la misma confianza que la autora, una recepción juvenil sensible o, al menos, una explicación madura por parte de los padres.
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