“Los juegos del hambre” es una poderosa crítica a lo que el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa llama la “civilización del espectáculo”, tal como lo han hecho otras cintas como “Gladiador”, “El show de Truman”, “Network: Poder que mata”, “Tarde de perros” o su gemelo literario y fílmico de oriente, “Battle Royale”.
En estas películas, los medios de comunicación idiotizan a las masas, se ponen al servicio del poder para entretener a su público y así aligerar su realidad de explotación y vejaciones. Los medios son una camisa de fuerza a la libertad, una ilusión; los shows mediáticos destruyen vidas humanas para el goce de otras, o como diría Vargas Llosa, banalizan y frivolizan los males que aquejan al mundo.
La historia de Suzzane Collins, quien también fungió como adaptadora de su propia novela, es una historia peligrosa, corrosiva, golpeadora del sistema social basado en el espectáculo para beneplácito y posicionamiento de las clases medias y altas.
Señala con dedo acusador nuestro pensamiento primitivo revestido de modernidad, pues tal como en “Gladiador”, las matanzas colectivas, la sangre y los romances falsos, todo funciona para distraer de la realidad a un consumidor ávido, adicto a la droga del entretenimiento; pero también para afianzar a los que pertenecen a la esfera de arriba y someten a la de abajo, la política del pan y el circo tan enarbolado por los romanos.
La historia del filme: todos los años en las ruinas de lo que era una vez América del Norte, la nación de Panem, obliga a cada uno de sus doce distritos a enviar a un chico y a una chica adolescentes para competir en Los juegos del hambre. En parte es un entretenimiento rebuscado y en parte es una táctica de intimidación por parte del gobierno.
Los juegos del hambre es un evento televisado nacionalmente en el cual los “tributos” tienen que luchar entre ellos hasta quedar solamente un superviviente. Katniss, una chica del distrito 12, se ofrece como voluntaria en lugar de su hermana y tendrá que sobrevivir demostrando su habilidad e inteligencia.
Pese a que la película no cuenta con un fastuoso trabajo tras las cámaras, y posee algunos sesgos narrativos, la plástica, los decorados, el vestuario y esos momentos rescatados por el guión tan bien trabajados, perdonan cualquier falla estructural del filme.
Aunado a eso, el reparto de actores jóvenes y veteranos se adueña a la perfección de las características de sus personajes, y logran evitar cualquier bache interpretativo, sobre todo Jeniffer Lawrence, quien tras su nominación al Oscar por Winter’s Bone, ha demostrado ser una actriz de alto perfil. Otros son Stanley Tucci y Elizabeth Banks, como unos presentadores dignos de ser llevados a los programas de Televisa por su desalmada e hipócrita presencia.
“Los juegos del hambre” es un show para criticar a la civilización del espectáculo, que trata de hacer reflexionar al público que ya le ha dejado más de 300 millones de dólares en taquilla. Incluso hay una escena donde el personaje de Lawrence concientiza a los habitantes de uno de los sectores de la nación de Panem, tras hacer un acto de verdadera humanidad dentro del show. Eso es una muestra de la esencia de la historia, el uso del show mediático como arma para luchar y no para sentirse intimidado.
Sin embargo, más allá del raciocinio, la paradoja de la película es ser precisamente un producto de consumo con la aparición de gadgets, videojuegos, ropa, accesorios, juguetes, revistas, etc.
De la historia han fomentado un creciente fanatismo de personas (jóvenes en su mayoría) que se sorprenden más por los combates sangrientos, los vestuarios psicodélicos, “la superación personal” de Katniss o el “romance” mostrado en pantalla, logrando parecerse a aquellos que en la cinta, ataviados de formas multicromáticas y estrafalarias, suspiran al ver el “amor” entre los protagonistas.
También lloran al conocer el sacrificio hecho por Katniss para salvar a su hermana, y se excitan al ver como un “tributo” asesina a otro con un ladrillazo en la cabeza, a esos que la narrativa, en letras o audiovisualmente, critica.
“Los juegos del hambre” no logrará su cometido de fomentar una crítica reflexiva entre el público que ha ido a verla ¿La razón? ha nacido del mismo huevo que Harry Potter, con contenido, pero etiquetada como literatura y cine “comercial”, por lo cual es consumido por olas de individuos encandilados por el show, pero sin entender el trasfondo, y a su vez es señalada como “producto basura” y arte digerible por los incongruentes intelectualoides.
Ese será el final de una cinta, de la cual seguramente se adaptarán las dos segundas partes, pero siempre relegada y etiquetada como cine “banal”, cuando es todo lo contrario.
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