Los juegos del hambre se han convertido en la franquicia adolescente de moda. El éxito de la trilogía creada por Suzanne Collins ha propiciado la consiguiente adaptación al cine del primero de los libros de la serie. El resultado es una película que está arrasando en taquilla.
El largometraje dirigido por Gary Ross sigue los pasos de Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), una adolescente que sustituye a su hermana como participante en Los juegos del hambre, una competición que enfrenta a muerte a parejas de adolescentes procedentes de 12 de los 13 distritos que componen Panem. Solo uno de ellos puede quedar vivo. El Capitolio, nombre del distrito que gobierna al resto, castiga de esta manera a los otros territorios que tiempo atrás se sublevaron.
Semejanzas con Battle Royale
El argumento del filme ha despertado las suspicacias entre los fans del terror y la ciencia-ficción. Muchos de ellos han creído ver en la famosa cinta una suerte de plagio de Battle Royale, una película japonesa estrenada en el año 2000. Basada en un libro de Koushun Takami, la cinta dirigida por Kinji Fukasaku nos situaba en un Japón asolado por el vandalismo juvenil.
Ante este panorama, el gobierno ha decidido tomar medidas y convocar unos juegos de supervivencia llamados Battle Royale. Una clase de enseñanza secundaria es elegida cada año para participar en este campeonato.
Abandonados en una isla, los alumnos seleccionados tendrán que matarse entre sí hasta que sobreviva uno. Como se puede comprobar, tanto Los juegos del hambre como Battle Royale son distopías donde sus jóvenes protagonistas tienen que enfrentarse los unos a los otros en un campeonato mortal.
Ambas coinciden también en retratar a los gobiernos como instituciones crueles que buscan la revancha con métodos nada éticos. Igualmente, las dos películas presentan a unos organizadores que no dudan en añadir elementos sorpresa o cambios de las reglas para agilizar el transcurso del sangriento juego.
Sin embargo, a pesar de sus evidentes similitudes, ambas se diferencian fundamentalmente en la manera que tienen de abordar los hechos. Mientras Battle Royale apuesta por una violencia brutal y cierto desmelene sangriento, Los juegos del hambre prefiere decantarse por un tono más melodramático y sentimental.
Una de romanos
Sin embargo, quizá la gran influencia de Los juegos del hambre son las películas de romanos. Desde el nombre de Panem, extraído de la expresión latina Panem et circenses (Pan y circo), la cinta nos remite a los largometrajes de togas y sandalias.
Tampoco es difícil ver en los emperifollados y algo ridículos habitantes de El Capitolio un trasunto de la decadencia de la clase dirigente del Imperio romano.
Por otra parte, la preparación y la sangrienta lucha entre los jóvenes recuerdan en cierta medida a los gladiadores de los péplum. Incluso el talante casi revolucionario de Katniss, la protagonista del filme, podría remitir a Espartaco, el clásico de Stanley Kubrick basado en el libro de Howard Fast.
Distopía y Gran Hermano
La cinta de Gary Ross también bebe de las fuentes de los clásicos de la literatura distópica, como 1984 o Fahrenheit 451, que muestran futuros dirigidos por gobiernos autoritarios, y de películas en la estela de Deliverance o el clásico El malvado Zaroff, donde los protagonistas tienen que sobrevivir en ambientes hostiles.
Igualmente, el filme también escoge elementos de reality shows como Supervivientes o Gran Hermano. Al fin y al cabo, la tragedia de los jóvenes gladiadores se vende como un espacio de televisión y el presentador del espacio no duda en fomentar los elementos más sensacionalistas para atraer a la audiencia.
En definitiva, la película de Los juegos del hambre demuestra que, en el cine y la literatura, casi todo está inventado.
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